Las epidemias y los indígenas de la Sierra Nevada de El Cocuy, Güicán y Chita, en la Colonia.
- albaluzbonilla
- Sep 13, 2020
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Updated: Aug 1, 2023
Abreviaturas:
A.G.N. : Archivo General de la Nación.
A.P.CH.: Archivo Parroquial de Chita
T. : Tomo f: folio, r : recto, v: vuelto
Este artículo examina la manera cómo llegaron las epidemias de gripa, viruela, sarampión y tifo exantemático, que trajeron los españoles a los pueblos de indios del complejo de la Sierra Nevada de El Cocuy, Güicán y Chita, pueblos de la ladera occidental y la Salina; cómo las afrontaron, cuáles eran las disposiciones de las autoridades, quiénes les ayudaban a sobrellevarlas y cuáles eran los medicamentos y cuidados para su curación.
La gripa fue la primera enfermedad epidémica que arribó al Nuevo Mundo; llegó a Santo Domingo en la isla de La Española, en el segundo viaje de Cristóbal Colón, cuando trajeron también semillas, cerdos, vacas, cabras, con el fin de iniciar la colonización. Fueron muchísimos los muertos, afirmaba Fray Bartolomé de las Casas, “que murieron la mitad de los españoles y los indios fueron tantos que no se pudieron contar”. (Fernández de Oviedo En: Cordero del Campillo, 2001, p.6 )
Estas enfermedades llegaron a Santo Domingo, porque era el principal puerto de llegada de los barcos procedentes de España; de ahí las enfermedades se expandieron a toda la isla y a otros territorios de América. El sarampión arribó a finales de 1495 en la expedición de Juan de Aguado; el tifo exantemático apareció en la isla en 1496 también de origen español y se incrementó en las sucesivas llegadas de colonos a partir de 1502, con la expedición de Nicolás de Ovando.
La viruela que llevaba muchos años afectando al Antiguo Continente, llegó en diciembre de 1518 y mató a un tercio de la población indígena. A Colombia llegó por vía marítima, primero a Cartagena y al interior de la Nueva Granada, por el río Magdalena a Honda y luego a Santafé, y también por tierra desde Tora (Barrancabermeja), Vélez y tierras de Boyacá y Cundinamarca. La demás enfermedades siguieron las mismas rutas y también otras alternas.
En los cien primeros años del arribo de los españoles al interior del país, estallaron, no menos de siete epidemias, pero fueron tres las más grandes epidemias en la provincia de Tunja: la de 1558 - 1559, la peste de 1621 y la de siglo XVIII. (Francis, 2002, p. 14) La primera, fue tan grave, que la población aborigen disminuyó considerablemente. Así el pueblo de Boavita en la visita de Angulo de Castejón (1565) tenía 200 indios tributarios y ocho de servicio; 80 años después sólo contaba con 81 tributarios. (A. G. N. Resguardos Boyacá. T. 7, f. 739 r.)
Estas enfermedades fueron una de las causas principales de la catástrofe demográfica de la provincia de Tunja en los primeros cien años de la Colonia, las que ocasionaron una disminución promedio del 84% de la población aborigen. (Colmenares, 1974, págs. 63 -64) Los indígenas no tenían defensas para afrontar enfermedades tan graves, y con el dominio español, se disminuyeron las fuentes de alimentos ricos en proteína, como carne de venado, conejos, peces, y su estado nutricional comenzó a debilitarse.
También fue una de las experiencias aprendidas y transmitidas de los españoles, de abuelos y padres, quienes habían vivido la peste negra y la peste bubónica de la Edad Media, donde se vieron obligados a crear mecanismos como las Juntas de Sanidad, para solucionar la grave situación de salud que afrontaron los pueblos españoles y de otros países de Europa.
En la provincia de Tunja, el visitador Juan de Balcárcel (1635), ordenó en todos los pueblos o resguardos, se hiciera una “labranza de comunidad” y con los rendimientos se abriera un Arca Triclave o Caja de Comunidad, de tres llaves, una la debía tener el corregidor, otra el cura doctrinero y la tercera el cacique del pueblo. Los rendimientos serían para construir un hospital, “una choza larga con bastantes camas” para los indios enfermos, auxiliar a huérfanos y viudas y para las necesidades del culto religioso. Se debería llevar un cuaderno para registrar los ingresos y gastos con acuerdo y supervisión de los poseedores de las llaves. En teoría fue una medida que buscaba mejorar la salud de los nativos.
En 1633 llegó la peste general a la Provincia de Tunja, una mezcla de viruela y tifus exantemático o tabardillo. (Martínez Martín, 2020, Mayo 7) En el pueblo de la Salina, el padre Pedro Guillen de Arce, en abril 20 de 1635, declaró al visitador Balcárcel, que la iglesia tenía órgano y los indios eran muy buenos en el canto y en tocar las flautas y las chirimías, con los cuales amenizaba las ceremonias religiosas; que en “la peste pasada”, no habían celebrado ninguna fiesta religiosa, y que él había ayudado a los indígenas curándolos y dándoles de comer “a su costa” y si no lo hubiera hecho, la “epidemia hubiera sido catastrófica”. También informó, que tenía unas vacas en un sitio llamado “La Chorrera”, para su sustento y para ayudar a los indios en las enfermedades; utilizaban los sueros para las purgas y las mantecas para curar las viruelas, enfermedad que por esos meses afectaba a la población. (Visitas Boyacá T. 13, fs. 456 r 457 v.)
Pocos días después, en el pueblo de Panqueba, el cura doctrinero Martín Sánchez y dos vecinos más, atestiguaron ante el visitador Balcárcel, que el encomendero Don Diego Paredes era “grande amparador de los indios de su encomienda” cuando estaban enfermos; que en la “peste pasada”, desde Tunja le había ordenado al padre y al mayordomo de su encomienda, que de su hacienda se tomaran reses y se mataran para dar carne a los indígenas y cada semana se hicieran dos amasijos de pan y se les repartiera, además que había enviado “recetas y medicinas” para auxiliar a los enfermos. (A.G.N. Visitas Boyacá T. 12, fs. 36 v. - 37 r.)
En los pueblos y parroquias de la región, también se hacían visitas eclesiásticas cada dos años, para averiguar sobre el estado de la doctrina, la situación de los indios y el comportamiento de españoles y mestizos que vivían junto a los resguardos. El padre Matías Fernández del pueblo de Chita, en 1668, informó que llevaba trabajando en este pueblo 14 años y que una “epidemia espantosa"
había afectado a toda la población, pero él había colaborado con cuidar a los indígenas dándoles alimentos y aconsejándolos espiritualmente. (A.P.CH. En: Amaya, 1930, pág. 50)
En el mismo pueblo, ya en el siglo XVIII, el padre Miguel de la Rocha en mayo de 1757, dejó una anotación en uno de los libros de la parroquia donde informó, que cuando fue a la parcialidad de Chipa a visitar a los enfermos de viruela, varias personas le dijeron, que a 12 indígenas ya los habían enterrado en el campo y había otros tres en una choza muertos hacía varios días y como nadie se atrevía a enterrarlos por temor a contagiarse, él quemó el rancho donde estaban los “dichos tres cuerpos”. (A.P.CH. Libro 4° General. f. 186 v.)
No era costumbre registrar la causa de la muerte de las personas en los libros parroquiales, pero el padre De la Rocha, dejó una nota marginal referida a otros “seis muertos por la epidemia de viruela”. (Ibid.) Se revisaron las cifras de la población indígena de todo el corregimiento: pueblos de Chita, la Salina, Chiscas, Cocuy y Panqueba, Guacamayas, Boavita y la Misión de Guicán, y en 1755 había 3.304 indígenas, mientras que en 1777 se registraron 2.969; resultando en sólo 22 años, una disminución de la población a una tasa de -0.48%.
También el padre de la Rocha tuvo que afrontar en el mismo año, un motín por esta enfermedad. (A.G.N. Miscelánea, T. 69 fs. 547 r. a 548 v.) En una carta fechada en mayo de 1757, le contó al Virrey José Solís Folch de Cardona, que le habían llegado un par de petacas con ornamentos sagrados, que finalmente él debía enviar al pueblo de Guicán, y cuando iba en la plaza con las petacas, se le amotinaron los indios e indias con tambor y clarín, dispuestos a impedir que entraran las petacas a la casa cural, “diciendo que en ellas venían las viruelas”; las hicieron bajar, las atropellaron y decían que a todos se los iba a llevar el demonio si entraban las petacas.
No valieron las súplicas, ni las suaves palabras del padre, hasta que dos indios que estaban de su parte, con engaños, entraron las petacas a la casa; pero los indios como manifestación de protesta, dejaron de ir a misa y no enviaron a sus hijos a la doctrina y el padre De la Rocha tuvo que irse para Soatá. Asegura que los indios le tenían rabia porque el visitador eclesiástico lo había comisionado para recoger la limosna de las cofradías y que también preferían a padres de la comunidad de los Agustinos. No obstante las justificaciones del Padre de la Rocha, el motín también pudo estar relacionado con la costumbre de los indios de la región, como los U´wa, de purificar todos los elementos de uso cotidiano y la vivienda en las fiestas del Cuesco al iniciar el calendario. (Pradilla, 1981, pág. 19) También, este motín es una demostración de que los indígenas no fueron pasivos ante el peligro que les traía esta enfermedad.
Cuando el visitador Don Juan Ignacio Ortíz, en julio de 1779 hacía la verificación de los indígenas agregados al pueblo de El Cocuy, el capitán o cacique de los indios de Boavita, después de confrontar la lista con los indios presentes y nombrar a los ausentes, manifestó junto con su gente, que quienes finalmente faltaban, era por haber fallecido en la “epidemia pestilencial que experimenta y ha experimentado este partido por Divina voluntad”. (A.G.N. Visitas Bolívar T. 3, f. 525 v.) Esta resignación y justificación de las enfermedades como designios de Dios, no es más que la expresión de la sumisión al poder religioso, enseñanza de los curas doctrineros y de todo el sistema de control español.
También doña Ignacia Posada Tutora de su hijo menor, José María Maldonado, en el expediente sobre el gozo en segunda vida de la encomienda de Chita, afirmaba en diciembre de 1783, que estaba muy pobre y no había disfrutado de la encomienda porque estaba arrendada y no había listas de tributarios, “… por la epidemia que ha corrido en todos los pueblos” (Encomiendas T. 10, f. 722 v.)
En el Juicio de Residencia o evaluación sobre el desempeño del cargo al corregidor Ignacio de Andrade, hecho en 1776 en la parroquia de la Uvita, los testigos declararon que no vieron que ordenara a los indígenas hacer sementeras de comunidad y por lo tanto no había Cajas de Comunidad para auxiliar a los indios enfermos, huérfanos y viudas.
A nivel del Nuevo Reino de Granada, según las investigaciones de Renán Silva, el corregidor era el encargado de tomar medidas en caso de las epidemias; se ordenaba el cierre de caminos de ingreso a los pueblos y ciudades, mantenimiento de los enfermos en casas alejadas de la población o aislados en sus casas y se les responsabilizaba si se regaba el contagio, quemaba enseres y hasta casas de las víctimas; en resumen, este funcionario era el policía sanitario. (Quevedo, 2005, 50) No obstante en la zona estudiada, sólo en el caso de la Salina, se advierte una medida, la interrupción de celebraciones religiosas para evitar las conglomeraciones de personas.
Los indígenas curaban las enfermedades con su medicina tradicional; las enfermedades infecciosas como la viruela y el sarampión, las trataban con hierbas cálidas como la ruda, yerbabuena, toronjil y manzanilla entre otras, y cubrían con grasa las erupciones de la piel; pero las epidemias eran tan graves que únicamente les servían para aliviar las complicaciones; sólo hasta el año 1802 se inició en Santafé la aplicación de la vacuna contra la viruela. (A.G.N. Miscelánea T. 110, f. 688 r.) En 1805 llegó a Tunja pero los indígenas la rechazaron. (Martínez, 2020, Mayo 14)
En síntesis, todos los pueblos del complejo de la Sierra Nevada de El Cocuy, Güicán y Chita, de la vertiente occidental y La Salina, fueron azotados por las epidemias prácticamente durante todo el período colonial. El cura doctrinero, ya fuera fraile de comunidad o sacerdote del clero secular, fue la persona que estuvo presta a colaborar como enfermero o agente de salubridad, con la ayuda de algunas pocas personas; su formación académica y los conocimientos de salud aprendidos del saber indígena, acompañados de sus prácticas de piedad y ayuda al prójimo, aliviaron en gran medida los efectos de estas enfermedades, pero la población disminuyó considerablemente.
En este largo período de tiempo las actividades no se detuvieron; los indígenas debían trabajar, pagar el tributo, cuidar a su familia, cumplir con las obligaciones comunales, asistir a las fiestas religiosas y seguramente hubo momentos para tomar chicha y divertirse un poco. Así los pueblos indígenas continuaron bastante disminuidos en su población y en su territorio y pasaría otro siglo y medio más, afrontando los graves efectos de estas epidemias.
P.D. Mis agradecimientos a Beatriz Bonilla Sepúlveda, Magister en Linguística Hispana, por la lectura y corrección del texto.
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES PRIMARIAS.
Archivo General de la Nación.
Caciques e Indios T. 23
Encomiendas T 10
Miscelánea Tomo 69, 110
Resguardos Boyacá 7
Visitas Bolívar Tomo 3
Visitas Boyacá. Tomo 13
Archivo Parroquial de Chita.
A. P. CH. Libro 4° General
BIBLIOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA.
Amaya Martín. (1930) Historia de la Parroquia de Chita. Imprenta Departamental. Tunja.
Bonilla Alba Luz. (1999) El resguardo indígena de Chita en la segunda mitad del siglo XVIII. Tesis de Maestría en Historia U.P.T.C.
Colmenares German. (1984) La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Publicaciones de la Academia Boyacense de Historia. Tunja
Cordero del Campillo M. (2001) Las grandes epidemias de la América Colonial. Dialnet.unirioja.es
Faust, Franz. (1990) Apuntes al sistema médico de los campesinos de la Sierra Nevada del Cocuy. Banco de la República.
Martínez Martín. Abel. (2020) Tres grandes epidemias que pasaron por Tunja. El Espectador. Mayo 14.
Alzate Echeverri, Adriana. (2005) Los manuales de salud en la Nueva Granada (1760-1810) El remedio al pie de la letra. Universidad del Rosario.
Francis, Michael. (2002) Población, enfermedad y cambio demográfico, 1537-1636. Demografía histórica de Tunja. Universidad del Norte de la Florida. Traducción de Víctor Albarracín.
Ruiz Rivera, Julián. (1975) Encomienda y mita en la Nueva Granada en el siglo XVII. Sevilla: Escuela de estudios hispanoamericanos de Sevilla.
Pradilla, Helena.(1981) Los Tunebos. Tunja. La Rana y el Águila. U.P.T.C.
Quevedo V. Emilio.(2005) El modelo higienista en el Nuevo Reino de Granada durante los siglos XVI y XVII. Facultad de Medicina Universidad Nacional. Vol. 53, N° 1.



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